Arzobispo Lozano advirtió sobre el hambre de niños y ancianos y pidió «no mirar para otro lado»

El arzobispo de San Juan de Cuyo, Jorge Lozano, advirtió que «cada vez se deteriora más la alimentación de los niños y ancianos, los más duramente golpeados» por la crisis económica y exhortó a «no mirar para otro lado» ante esas situaciones.

«Vivimos en un tiempo competitivo, en el cual se valora a los más fuertes y a los ganadores; las apariencias ocupan el primer lugar, aunque todos sabemos que engañan. Por el contrario, son dejados de lado los más débiles y vulnerables», dijo Lozano en su mensaje semanal, coincidente con la Navidad.

Y añadió que «cuesta promover actitudes que logren una sociedad en la cual haya espacio para todas las personas, respetando su edad y condición».

«¡Cómo luchan y trabajan hombres y mujeres que se organizan para asistir a quienes tienen capacidades diferentes o disminuidas! ¡Cuánto dolor ante la exclusión de migrantes, adictos, personas de la diversidad sexual! ¡Cuánta naturalización de la pobreza!», planteó el prelado, según la agencia AICA.

Lozano, extitular de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, advirtió que «la grave crisis económica y social que estamos atravesando ha incrementado la angustia en numerosos hogares» y sostuvo que «cada vez se deteriora más la alimentación de los niños y ancianos, los más duramente golpeados».

Y a la vez enfatizó: «No podemos mirar para otro lado ante el impacto de la crisis sobre tantas familias».

«El panorama es particularmente devastador. A muchos de ellos se los ignora e invisibiliza, es como si no existieran. Viven hacinados en condiciones muy precarias, expuestos a diversas formas de esclavitud. Migrantes, adictos, excluidos».

El arzobispo de San Juan hizo una analogía con el nacimiento de Jesús, a quien, dijo, «lo envolvieron en pañales», y «eso es signo de la máxima fragilidad, de un bebé que debe ser atendido, protegido y ayudado».

«La Navidad es un tiempo para soñar en nuestras fragilidades tratadas con ternura, para transformar nuestras vidas, nuestras mesas, nuestros entornos en pesebres que sepan abrigar; la Navidad soñada por Dios no es un acontecimiento naif, sino atravesada por el realismo de la debilidad», concluyó.

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